Isaias 54,10 |
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Aunque las montañas cambien de lugar y los cerros se vengan abajo, mi amor por ti no cambiará |
"De cierto os digo, que todo cuanto pidiereis al Padre en mi nombre, os lo dará." Juan 16:23
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El Señor nos da reposo porque es Dios. Él nunca se cansa, porque es una fuente constante de gracia y fortaleza
para todos. Su sabiduría descifra la complejidad de cada situación, y nos conoce perfectamente a cada uno. A veces dudamos
de que Dios quiera renovarnos, y optamos por recurrir a nuestras propias fuerzas y aptitudes, pero luego nos sentimos agobiados
y hasta aplastados por los problemas de la vida. Algunos creen que al Señor no le importa lo que nos suceda, pero la verdad
es que todo el que se fía de Él es elevado por encima de sus problemas y encuentra en Él una nueva capacidad para enfrentar
sus dificultades y cumplir sus responsabilidades.
Llevar el yugo de Jesús significa resistir la tentación de depender solamente de nuestros propios medios. Cuando
enfrentamos un problema difícil, buscamos todos nuestros recursos y nos armamos de determinación interior, pero si no hay
pronta solución, nos vence el agotamiento y surge la desolación. Por eso Jesús nos invita a venir a Él primero y entregarle
nuestras cargas: Ahí descubrimos que Él nos ayuda a llevar la carga y nos da su paz. En otros momentos nos sentimos solos
y desanimados por el peso de nuestras ansiedades, pero en realidad, el Señor siempre está con nosotros, pronto a renovarnos
y fortalecernos, si somos dóciles a su acción.
“Amado Jesús, Tú soportaste el peso de todos nuestros pecados cuando cargaste la
cruz. Ahora, queremos entregarte todas nuestras cargas. Queremos llevar tu yugo y aprender tus caminos. Concédenos la verdadera
sabiduría que nos conduce a la paz y al descanso.”
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