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Diferencia gente que triunfa y mediocre

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¿Cuál es la mayor diferencia entre la gente que triunfa y la mediocre?

¿Qué es lo que destaca a los vencedores? ¿Por qué algunas personas alcanzan alturas envidiables en tanto que otros caen estrepitosamente? Usted sabe de qué estoy hablando. Llámelo suerte, bendición, «el toque del rey Midas», o como quiera. Pero la verdad es que algunas personas parecen alcanzar cosas increíbles a pesar de lo difíciles que parezcan: Su compañía terminó entre el cinco por ciento de las de más ventas nacionalmente pese a haber perdido los mejores clientes. Encontraron formas ingeniosas de aumentar las ganancias de su departamento a pesar de la amenaza de recortes presupuestarios. Ganaron un título universitario mientras criaban dos hijos siendo padres que no tenían a más nadie que les ayudara. Descubrieron extraordinarias oportunidades de negocio mientras sus colegas seguían buscando sin hallar. O ganaron premio tras premio en su organización a pesar de lo que parecía una anémica labor de equipo. No importa la clase de trabajo que hagan. Dondequiera que estén, pareciera que con su sola presencia hacen realidad cualquiera cosa.

Sin duda que a todos nos gusta pensar que estamos por encima del promedio. Pero los triunfadores parecen dejar el «promedio» en el polvo, tan detrás de ellos que parece un recuerdo lejano.

 

¿Cuál es la raíz del éxito?

¿Qué hace la diferencia? ¿Por qué a algunas personas les va tan bien? ¿Será por …

     el trasfondo familiar? Crecer en una buena familia es algo por lo que cualquiera debería sentirse agradecido, pero no es un indicador confiable de ser la razón para el éxito. Un alto porcentaje de las personas exitosas viene de hogares destruidos.

     la riqueza? No, algunos de los hombres y mujeres de mayor éxito vienen de la clase media y de la clase media baja. La riqueza no es un índice de éxito ni la pobreza es garantía de logros insignificantes.

     la oportunidad? Bueno, la oportunidad es algo muy especial. Dos personas con dones, talentos y recursos similares pueden observar una situación dada, y una de ellas verá tremendas oportunidades en tanto que la otra no verá nada. La oportunidad está en el ojo del observador.

     una alta moralidad? Me gustaría que esta fuera la clave, pero no lo es. He conocido personas absolutamente íntegras que han logrado muy poco. Y he conocido sinvergüenzas de un tremendo éxito. Usted también los conoce.

     la ausencia de dificultades? Por cada persona exitosa que ha esquivado a la adversidad, hay una Helen Keller que venció incapacidades extremas o un Víctor Frankl que sobrevivió a horrores absolutos. Así es que tampoco es la ausencia de dificultades.

No, ninguna de estas cosas es la clave. Para decirlo en forma franca, yo sé solo de un factor que separa a los que se distinguen en forma consistente de los que no: La diferencia entre la gente mediocre y la gente de éxito es su percepción de y su reacción al fracaso. Ninguna otra cosa tiene la clase de impacto en la capacidad de las personas de alcanzar y llevar a cabo cualquier cosa que se propongan y deseen.

Lo que no se aprende en la escuela

El jugador de fútbol Kyle Rote Jr., dijo: «No tengo dudas de que hay muchas formas de ser un ganador, pero en realidad hay solo una forma de ser un perdedor, y esta es fracasar y no ver más allá del fracaso». La forma en que una persona ve el fracaso y lo enfrenta, sea que tenga o no la capacidad para ver más allá y mantenerse triunfando, impacta cada aspecto de su vida. Pero esa capacidad parece difícil de adquirir. La mayoría no sabe por dónde empezar para lograrla.

No tengo dudas de que hay muchas formas de ser un ganador, pero en realidad hay solo una forma de ser un perdedor,  y esta es fracasar y no ver más allá del fracaso.

—Kyle Rote Jr.

Aun a la gente positiva le cuesta aprender a ver positivamente los fracasos. Por ejemplo, yo tengo fama de ser muy positivo. (Mi libro Actitud de vencedor se ha estado reimprimiendo por más de quince años en inglés y también la Editorial Betania lo tradujo al español.) Pero no siempre he podido transformar mis fracasos en victorias. Porque no siempre he estado adecuadamente preparado para hacerlo. Estar preparado no es algo que hayan querido enseñarme en el aula. Y los niños de ahora tampoco lo saben. Realmente, a menudo el ambiente de la escuela refuerza los peores sentimientos y expectativas sobre el fracaso de las personas.

Echemos una mirada a mis anteriores actitudes hacia el fracaso, y veamos si su experiencia es la misma mía:

1. Tenía miedo fracasar. Una experiencia que tuve en la universidad, junto con la forma que reaccioné a ella, es típica de lo que muchos estudiantes enfrentan. El primer día de mi primer año en la universidad, el profesor entró a la clase de historia de las civilizaciones y con energía, dijo: «La mitad de ustedes no aprobará esta clase». ¿Cuál fue mi primera reacción? ¡Miedo! Hasta entonces, nunca había tenido un fracaso en mis estudios. Y no quería empezar ahora, de manera que la primera pregunta que me hice fue: «¿Qué querrá el profesor?» La universidad se transformó en un juego que yo quería ganar.

Recuerdo que una vez memoricé ochenta y tres fechas para un examen porque mi profesor creía que si se podían citar fechas era porque la materia se dominaba. Conseguí una A en ese examen, pero tres días más tarde, había olvidado toda la información. Me las arreglé para evitar el fracaso que temía, pero en realidad no logré nada.

2. No entendía eso de un fracaso. ¿Qué es un fracaso? Cuando era niño, yo creía que era un porcentaje. Menos de sesenta y nueve significaba fracaso. Setenta para arriba significaba éxito. Ese pensamiento no me ayudó. El fracaso no es un porcentaje ni un examen. No es un hecho aislado. Es un proceso.

3. No estaba preparado para el fracaso. Cuando me gradué de la universidad, lo hice entre el cinco por ciento mejor de la clase. Pero eso no quería decir nada. Había jugado con éxito el juego de la escuela y había absorbido un montón de información. Pero no estaba preparado para lo que me esperaba más adelante.

Me di cuenta de eso en mi primer trabajo. Como pastor de una pequeña iglesia rural, ese primer año trabajé durísimo. Hice todo lo que la gente esperaba de mí, y un poco más. Pero para ser sincero, me interesaba tanto conseguir personas que simpatizaran conmigo como en ayudar a los demás.

En esa iglesia se acostumbraba a que cada año los miembros votaran para decidir si reelegían a los líderes o no. Muchos de los líderes que yo conocí a través de los años apreciaban contar con que ellos habían sido confirmados por unanimidad en sus cargos. Mis expectativas eran altas mientras me preparaba a recibir mi primer respaldo por unanimidad. Imagínense mi sorpresa cuando se contaron los votos: treinta y uno a favor, uno en contra y una abstención. Eso me dejó anonadado.

Cuando llegué a casa esa noche, llamé a mi padre, quien era un pastor veterano, ex superintendente de distrito en la denominación, y presidente de una universidad.

—Papi—le dije—, no puedo creerlo. Trabajé tan duro para esa gente. He hecho todo lo que he podido.—Estaba a punto de echarme a llorar—. Alguien que votó contra mí quiere que me vaya de la iglesia. Y una abstención equivale a un no. ¿Debería renunciar y buscar otra iglesia?

Para mi sorpresa, escuché una gran risa al otro extremo de la línea.

—No, hijo, quédate donde estás—me dijo mi papá todavía riendo—. Es probable que nunca vuelvas a obtener una votación tan buena como esa.

Un nuevo rumbo

En ese momento me di cuenta cuán irreal era la opinión que tenía del éxito y del fracaso. Si algo había hecho la universidad, había sido reforzar mis nociones erróneas sobre el fracaso. Y al ayudar a través de los años a líderes a crecer y desarrollarse me he dado cuenta que la mayoría de las personas están en el mismo bote.

En la revista Leadership (Liderazgo), J. Wallace Hamilton afirma: «El aumento de los suicidios, alcoholismo e incluso algunas formas de quebrantamientos nerviosos es evidencia de que muchas personas se están preparando para el éxito cuando deberían estarse preparando para el fracaso. Fracasar es mucho más común que triunfar; la pobreza está más generalizada que la riqueza; y la desilusión es más normal que los logros».

Las personas se están preparando para el éxito cuando deberían estarse preparando para el fracaso.  Fracasar es mucho más común que triunfar; la pobreza está  más generalizada que la riqueza; y la desilusión es más  normal que los logros.

—J. Wallace Hamilton

¿Prepararse para fracasar? Este es un concepto tremendo y es la idea que me impulsó a escribir este libro. En este momento usted tiene la oportunidad de asistir a una clase conmigo que nunca se la dieron en la escuela. Quiero ayudarle a prepararse para el fracaso. Quiero que aprenda cómo mirar con confianza la posibilidad de fracasar y trabajar para transformar ese fracaso en victoria. Porque en la vida, la pregunta no es si vamos a tener problemas, sino cómo vamos a enfrentarlos. ¿Vas a transformar tus problemas en victorias, o vas a dar un paso atrás?

A mal tiempo, buena cara

Cuando pienso en las personas que han enfrentado problemas y han salido triunfantes, una de las primeras que vienen a mi mente es Mary Kay Ash. Ella ha levantado una tremenda organización. Durante los cuatro o cinco últimos años, he tenido muchas oportunidades de hablar sobre liderazgo a las personas de su compañía de cosméticos. De hecho, al viajar a través del país dictando conferencias y llevando a cabo seminarios, pareciera que no importa dónde yo hable, siempre hay entre los asistentes a lo menos una docena de consultores de Mary Kay.

Admiro a Mary Kay. Ella venció una serie de obstáculos en su carrera y nunca dejó que los fracasos destruyeran lo mejor de ella. El primer trabajo de Mary Kay fue en ventas directas donde alcanzó un notable éxito. Allí encontró que para una mujer era difícil progresar en el mundo de las grandes corporaciones, especialmente en los años cincuenta y comienzo de los sesenta, aun después de veinticuatro años de éxitos. Ella dice:

Traté de llegar a ser miembro de la junta de directores de la compañía, solo para descubrir que aun cuando nuestro equipo de ventas estaba formado totalmente por mujeres, dirigido por una junta formada solo por hombres, mi opinión no tenía ningún peso. Constantemente me decían: «¡Mary Kay, de nuevo estás pensando como una mujer!» Sentía el rechazo en la peor de las formas. Así es que decidí retirarme.1

Su retiro no duró mucho. Antes que transcurriera un mes, se volvió como loca. Decidió comenzar su propia compañía. Si iba a tener que enfrentar obstáculos, estos estarían allí porque venían con ella. Pensó en una compañía de cosméticos porque daría a cada mujer que trabajara allí oportunidades ilimitadas. Compró las fórmulas de los mejores productos que pudo encontrar en el mercado, elaboró un plan de mercadeo y se preparó para lanzar la corporación.

¡Problemas!

No pasó mucho tiempo antes que se encontrara con el primer obstáculo. Cuando visitó a su abogado para hacer los arreglos legales para la corporación, este la trató duramente, prediciéndole el peor de los fracasos. «Mary Kay», le dijo, «si quiere dilapidar los ahorros de su vida, ¿por qué mejor no va directamente al recipiente de la basura? Sería mucho más fácil que lo que está pensando hacer». Su contador le habló en términos similares.

A pesar de los intentos por desanimarla, ella siguió adelante. Invirtió los cinco mil dólares, ahorros de su vida, en su nuevo negocio. Cada centavo que tenía lo invirtió allí. Puso a su esposo a cargo de la administración y ella se dedicó por entero a preparar los productos, a diseñar los envases, a escribir el material para entrenamiento, y a reclutar vendedores. Estaban haciendo progresos admirables. Pero entonces, un mes antes de abrir, su esposo murió de un ataque al corazón.

La mayoría de la gente nunca habría sido capaz de seguir adelante después de eso. Habrían aceptado la derrota y habrían dejado todo. Pero no Mary Kay. Ella se mantuvo avanzando y el 13 de septiembre de 1963 lanzó su negocio. Hoy día, la compañía tiene más de un billón de ventas al año, emplea a tres mil quinientas personas y capacita a quinientos mil representantes en veintinueve mercados a través del mundo en el campo de las ventas directas.2 Mary Kay ha recibido casi todos los trofeos y premios que un empresario pudiera soñar. A pesar de las circunstancias adversas, los obstáculos y las desgracias, ella salió adelante.

La pregunta imposible

Cuando estaba creciendo, una de las preguntas que acostumbraba oír de los conferenciantes motivadores era esta: «Si se eliminara la posibilidad de un fracaso, ¿qué trataría de lograr?»

Si su percepción de la forma en que reaccionaría ante el fracaso cambiara, ¿qué trataría  de lograr?

Aquello me parecía algo intrigante. Me hizo mirar adelante, hacia las posibilidades de la vida. Pero entonces un día me di cuenta que era algo malo. ¿Por qué? Porque hacía a las personas pensar en términos negativos. No hay logros sin fracasos. Solo sugerir la posibilidad de que no haya fracasos da a las personas una impresión errada. Por eso, esta pregunta es mejor: Si su percepción de la forma en que reaccionaría ante el fracaso cambiara, ¿qué trataría de lograr?

Yo no sé qué obstáculos está enfrentando usted en su vida por estos días. Pero los que sean, no importa. Lo que sí importa es que su vida puede cambiar si usted está dispuesto a ver los fracasos en forma diferente. Usted tiene el potencial para vencer cualquier problema, error o desgracia. Todo lo que tiene que hacer es aprender a ver los fracasos como victorias potenciales. Si está listo para hacer eso, vuelva la página y sigamos.

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